14 Diciembre, 2022
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En todas las regiones del Brasil la mandioca es la base de la dieta de todos los días en diferentes formas: farofa, tucupi, sagu o sopa hecha con harina de mandioca y caldo de pescado.

Antes de la llegada de los portugueses a Brasil, el alimento fundamental de los indígenas era la harina de mandioca, que acompañaba las carnes de caza como la fruta. Los aborígenes, a partir de la mandioca, preparaban una bebida fermentada con la saliva de masticación de las mujeres, el cauim, que era alucinógena y se acostumbraba usarla en fiestas rituales, cauinajes.
Los aborígenes le atribuyen a la mandioca un origen sagrado, manifestado en leyendas. Según una leyenda, la hija del jefe de la tribu Tupi un día se dio cuenta que estaba embarazada, sin haber tenido ningún contacto con algún guerrero.
E jefe de la tribu preocupado no podía explicarse lo sucedido; hasta que, mientras dormía, le apareció el dios Tapa en sus sueños y le dijo que el bebé de su hija era un regalo del dios para la tribu.
A los meses, la joven tuvo una niña muy hermosa y blanca como la nieve, a quien llamó Mani, y para todos los miembros de la tribu era como un tesoro. La niña se desarrolló rápidamente, pero un día se enfermó y los chamanes no pudieron hacer nada para salvarla y murió.
Según la costumbre, Mani fue enterrada y su madre todos los días lloraba sobre la tumba. Después de algunas semanas, una planta comenzó a crecer sobre la tumba de Mani. El jefe de la tribu ordenó que la regaran y al cabo de un tiempo, salió a la superficie una raíz fuerte, que se partió por la mitad, revelando un color blanco como la nieve, y la nombraron Maniva, creyendo que la joven había reencarnado en esa planta.
Con las raíces de esa planta los miembros de la tribu prepararon platillos y una bebida fermentada, Caium.