Las ventas en la calle, una práctica histórica
Es una de las más comunes alternativas a la comida de restaurantes e incluso a los elevados costos que pudiera llegar a tener esta. El negocio de la comida también debe funcionar para los pobres y, en el pasado, para esclavos y libertos, las ventas de alimentos en la calle eran un tipo de comercio que fortaleció el suministro de alimentos en las ciudades, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, cuando empezaron a surgir los primeros lugares para comer fuera del hogar, tales como restaurantes, cafeterías y pastelerías, todos con influencia europea. Entonces, se generó una especie de organización de los vendedores ambulantes, llenando la calle de frutas, verduras, comidas rápidas y aperitivos, con alimentos prefabricados o con parte del proceso de preparación ya listo; otros, más sencillos, cocinándose allí mismo, delante del comensal.
El pintor francés Jean-Baptiste Debret (1768-1848) inmortalizó algunas de estas unidades de venta de alimentos en la calle de Río de Janeiro en la primera mitad del siglo XIX. En la famosa tabla de "cocineros negros, ruido de fondo vendedoras" que representa una estructura diseñada para ofrecer la preparación de harina de maíz o tapioca fácilmente y rápido, en la calle. Al lado de los cocineros, sus calderos y la formación de una cola de personas a la espera de su tazón.
Oportunidad de negocios y necesidad familiar
Las primeras ventas de alimentos en las calles asentadas en las grandes ciudades del país por la explotación del trabajo de los esclavos, llamada "para ganar" se recogen estos testimonios: "Estos esclavos, además de las tareas correspondientes de el hogar, como cocinar, lavar, planchar, encargarse de la limpieza y cuidar de sus jefes, están siendo productivos, entregándose también al trabajo productivo, en beneficio de todos, generando así, además, ingresos, en actividades como la comida u otras como el bordado que se vende en las calles. Así lo aseguraba el profesor Almir el-Kareh, historiador y autor de "la victoria de la feijoada" (Editorial UFF).
Hasta la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad tenía sólo los grandes productos de depósitos al por mayor, sin espacio para recibir a los clientes, tales como restaurantes y pastelerías - que se convertiría un tiempo después, en un factor de riesgo del comercio de bandejas. Desde entonces empezó a verse a los esclavos ofreciendo alimentos en la calle o puerta a puerta, varios productos, incluyendo también bebidas. "La calle - con todos los problemas y peligros - fue vista como un espacio de libertad, con oportunidades de contacto y de ganancias. El esclavo tenía que llevar una cantidad específica para su propietario y podría a veces procurarse alguna ganancia personal ", dice João Luiz da Silva máximo, historiador y autor de la tesis doctoral "Alimento de la calle en Sao Paulo (1828-1900) ".
La iniciativa de los esclavos africanos
En este contexto, se destacaban los esclavos de la costa oeste de África, sobre todo los esclavos de la Costa da Mina, que tenían gran visión para los negocios. Esta habilidad produjo que la venta de alimentos se propagara hasta las calles de Salvador, Bahia. "A partir de 1830, con un período de depresión del comercio del azúcar y la necesidad de incentivar el comercio de hombres, hubo una gran movilización de esclavos de Bahía vendidos a otros centros poblados, como Río de Janeiro, Sao Paulo y Minas Gerais.
Esta migración tenía una gran influencia en las actividades de venta de alimentos en las calles de otras ciudades ", comenta Max. Los titulares de comercio interior se inclinan por el trabajo de las mujeres, pues se cree que dominan la producción y venta de alimentos, por lo cual el acuerdo era que las mujeres blancas coordinaban la preparación de los alimentos, mientras que los esclavos negros se encargaban de la venta en la calle.
Así es que hoy día, las ventas ambulantes no solo son parte de la cultura de Brasil y un hecho latente en cada playa y en cada ciudad, sino que es un hecho cargado de historia que existe a partir de la necesidad de incrementar el comercio y generar oportunidades. Mucha magia y mucha calidad puede verse en cada una de las deliciosas presentaciones que se ofrecen de modo sencillo y práctico en Brasil, a la orilla de una carretera.