Desde la época precolombina, para los pueblos del Amazona el acai era un fruto consumido y muy importante en su dieta. El nombre del árbol acai se debe al de la hija de un jefe de la tribu amazónica, Iacá.
Cuenta una leyenda que se presentó un período de escasez y la población de la tribu estaba diezmándose, debido a una hambruna, y se corría el riesgo de que desapareciese por el crecimiento continuo de la población.
Debido a esa situación, el jefe de la tribu, Itaki, con el consentimiento del consejo, ordenó que desde ese momento todo niño o niña que naciese, debía ser sacrificado. Un día su hija quedó embarazada y dio a luz una niña, que, a pesar de las súplicas de Iacá, sufrió el destino de otros bebés.
Después de la muerte de la niña, Iacá se encerró en su tienda, pidiéndole al dios Tupá que iluminara al jefe de la aldea para que buscase otra solución al problema y no hubiese más muerte de niños.
Una noche, Iacá escuchó el llanto de un niño, que siguió y llegó hasta una palmera, donde vio a su hija y se lanzó para abrazarla; pero al tocarla se encontró abrazando solamente a la palmera y se puso a llorar llena de una gran tristeza.
Al amanecer la encontraron muerta abrazada a la palmera con la mirada hacia las hojas del árbol. Itaki siguió la mirada de su hija muerta y divisó unas pequeñas frutas, el acai, que se convirtieron en el alimento de la tribu, y cesaron los sacrificios.